El clima, la naturaleza, y la imaginación
Jose Alberto Garibaldi, Octubre, 2022
El clima no es algo que podemos observar solo con nuestros sentidos. No es como el viento o la lluvia; el frio o el calor. Para entenderlo, requerimos del auxilio de la inteligencia y la comprensión humanas. Hay una historia escondida en ese término; la palabra misma tiene una historia. En esta historia, encontramos como la palabra clima migra desde el término del griego clásico Klimata –misma que se refería a las condiciones que se encuentran en una latitud o región– hasta la recopilación y cuantificación de características meteorológicas (e.g. de precipitaciones, temperatura, humedad etc.), una aproximación más física y cuantitativa a su descripción que emergió en el siglo XIX.
La versión dominante del clima en nuestro tiempo mantiene muchos de los aspectos numéricos y cuantitativos que emergieron en el siglo XIX. Así, el entendimiento predominante del clima en las ciencias naturales se mantiene anclado en la agregación de mediciones sobre datos meteorológicos, lo mismo que la evaluación de su proyección, evaluación que también se apoya en las ciencias físicas y naturales.
En este sentido predominante, por clima se entiende a la agregación estadística de las condiciones meteorológicas presentes en una región para describir sus características más frecuentes. Así, el clima se diferencia del tiempo, mismo que se refiere a las variaciones diarias en las condiciones atmosféricas y meteorológicas – i.e., una descripción o estimado del estado o cambios en las variables atmosféricas que cabe esperar en un momento dado. Para examinar las condiciones atmosféricas mas permanentes, las ciencias físicas y naturales han desarrollado más aún el sentido del clima predominante en el siglo XIX hacia el entendimiento del clima como el resultado de un sistema holístico, complejo e integrado. En este entendimiento, resalta la relación entre los elementos que afectan al clima regional y global, la interacción entre la atmosfera, los océanos, las capas de hielo y nieve, y la vida en la tierra.
Este último aspecto –la vida– trae sin embargo a colación aspectos que rebasan una designación del clima de índole mas cuantitativa y numérica. En efecto, si uno consulta un diccionario, esa diferente raíz etimológica también se hace presente. Así, según le diccionario de la Real Academia de la Lengua, con la palabra clima designamos no es solo al conjunto de condiciones atmosféricas que caracterizan a una región, sino además podemos designar al ambiente, i.e., a las condiciones o circunstancias predominantes en un ámbito. En este sentido nos referimos, por ejemplo, al clima intelectual, al político, o al de las costumbres. En realidad, la palabra clima designa un amplio campo de significados, sentidos que incluyen pero que van más allá de la meteorología y las ciencias físicas y naturales, para abarcar aquellos a los que apuntan la metáfora y la cultura. Lo que queremos resaltar aquí es que el cambio del clima sugiere una modificación que entraña relación con ambos aspectos, tanto con cambios físicos y naturales, como aquellos vinculados al ambiente humano y la cultura.
Así, la meteorología y la metáfora resultan relacionadas. En contra de la separación entre naturaleza y cultura que la modernidad frecuentemente presume, esta relación estrecha entre meteorología y metáfora nos ayuda a recordar que la vida humana y su cultura tiene una relación mas de continuidad que de separación con la naturaleza y el entorno, pese a nuestra tendencia a olvidarlo. En la larga historia de la civilización humana, el clima puede cambiar, y al hacerlo afecta la civilización. Mas recientemente, la civilización ha empezado a actuar sobre el clima, y pareciera que éste puede vengarse. Sea cual sea la metáfora que privilegiemos para entender la relación entre la cultura, la naturalea y el clima, este aspecto contribuido a mostrar que, en todo caso, los humanos continuamente imaginamos y actuamos sobre nuestro ambiente; al hacerlo, no cesamos de interactuar con la naturaleza. Podemos ahora completara o socavárla, contribuir a que ella florezca, o ayudarla a menoscabarla y destruirla.
Si bien la historia de la relación entre la humanidad y el clima es casi tan antigua como la historia misma, una manera de entender como la idea de un cambio de clima ha emergido, bien podría empezar por reconstruir con el primer aspecto, y comenzar con la historia del descubrimiento de que el clima físico está cambiando.